Hipoacusia debido a la edad:
La pérdida auditiva debida a la edad se denomina presbiacusia y se debe al deterioro gradual que tiene lugar en la cóclea y en las vías auditivas con el paso de los años.
Normalmente, la presbiacusia empieza a desarrollarse aproximadamente a partir de los 50 años de edad. La pérdida auditiva se da simétricamente en ambos oídos y empieza afectando la sensibilidad auditiva en las frecuencias altas.
Es preferible que la persona hipoacúsica empiece a utilizar audífonos lo más pronto posible, ya que cuanto mayor sea la persona más difícil será que se acostumbre a llevarlos.
Hipoacusia causada por la exposición a ruidos:
Un trauma acústico puede originarse de repente o puede ir manifestándose de forma gradual.
Los traumas súbitos pueden darse como resultado de una exposición a un sonido pasajero de intensidad alta, como un petardo o el disparo de una arma de fuego. La onda expansiva afecta a las células ciliadas de la cóclea y provoca una pérdida auditiva aguda que, con frecuencia, está acompañada de mareos y sonidos en los oídos.
Normalmente, la pérdida auditiva es pasajera y mejora en los días siguientes a la exposición al ruido. Sin embargo, no siempre se restablece una audición normal.
El trauma acústico gradual puede darse en músicos profesionales y en personas que trabajan en ambientes ruidosos. Por eso se recomienda que este tipo de profesionales utilicen protectores auditivos en su lugar de trabajo. También es frecuente en personas que tienen hábitos nocivos como el uso indiscriminado de auriculares o la escucha de música demasiado alta.
Hipoacusia hereditaria:
Las pérdidas auditivas hereditarias pueden estar presentes al nacer el bebé o se pueden desarrollar más tarde. Normalmente, las pérdidas auditivas hereditarias son progresivas, por lo que se requiere que los audífonos proporcionen una amplificación cada vez mayor a medida que pasa el tiempo.
En los últimos años se han hecho progresos importantes en la identificación de los genes que causan las pérdidas auditivas hereditarias. Casi todas las tipologías de pérdida auditiva tienen un componente hereditario. Por ello, una persona puede tener predisposición a desarrollar un tipo de pérdida auditiva concreta.
Hipoacusia congénita o causada durante el parto:
En algunos casos, la persona sufre una pérdida auditiva desde su nacimiento. Este tipo de pérdida auditiva se denomina congénita y puede ser conductiva y/o neurosensorial. Se puede deber a circunstancias especiales durante el embarazo o el parto. Entre dos y seis niños de cada mil (aproximadamente) nacen con una pérdida auditiva que requiere tratamiento. Las infecciones durante el embarazo, las complicaciones durante el parto o las infecciones perinatales tras dar a luz pueden ser una causa de las pérdidas auditivas en bebés.
Hipoacusia retrococlear:
Una categoría especial de pérdida auditiva neurosensorial se denomina retrococlear porque se debe a daños en las vías nerviosas entre la cóclea y la parte del cerebro que se encarga de la audición.
En casos poco frecuentes, los daños pueden deberse a un tumor en el nervio auditivo, lo cual se denomina neurinoma acústico. Este tipo de tumor es benigno y se caracteriza por su crecimiento muy lento. Los primeros síntomas debidos a la presión del tumor en el nervio auditivo podrían ser una pérdida auditiva leve, una reducción en la habilidad de discriminación del habla y la aparición de tinnitus.
El tumor es peligroso para la salud cuando crece de un modo excesivo y acaba presionando al cerebro. La extirpación quirúrgica del tumor puede conllevar el riesgo de que el paciente pierda la habilidad de oír en el lado afectado y de parálisis facial.